Me he levantado para desayunar y despedirme de Natalie y Leen, que marchan a Puno y Copacabana, y de Peter que se queda en Arequipa unos días. Después me he vuelto a la cama a dormir. Tenía mucho sueño. He dejado la mochila en la consigna del hostal y he salido a conocer algo más de la ciudad en mi último día.
Arequipa es una bonita ciudad que se encuentra a 2300msnm con vistas al volcán Misti y tiene 800.000 habitantes. El casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad. A parte de su atractivo arquitectónico y cultural, es un lugar muy turítico con muchas alternativas a realizar (excursiones y bares musicales) de las cuales he hecho las principales y disfrutado de ellas al máximo.
Una de las visitas obligadas en Arequipa, a parte de ver a Juanita, es el Convento de Santa Catalina (30 soles). Esta hermosa ciudadela fundada en 1579 fue contruida en honor de la Santa Catalina de Siena, conocida por sus visiones y milagros. En ella vivían en clausura monjas de clase alta pero hoy en día esta abierto al público turista. En la ciudadela se puede encontrar muchas celdas donde habitaban las monjas. Cada celda tiene una enorme cocina donde las sirvientas hacían a las monjas una vida cómoda y menos humilde. Se pueden ver los muebles utilizados en la época, productos farmacéuticos, patios y claustros, jardines y una sala de cuadros en los que destaca la vida de Santa Catalina. He tardado dos horas en visitar toda la ciudadela. Merece la pena.
Poco más he hecho hoy más que pasear por la ciudad y coger el autobús a las 20:00 que me llevará a Cusco. Por un momento he pensado que lo iba a perder porque el tráfico que había hasta la terminal era espantoso. Al parecer, habían algunas calles cortadas con motivo de alguna festividad.
El autobús es algo incómodo pero por el precio vale la pena. Lo curioso de todo es que al ser económico no es turístico. Por lo tanto, he sido practicamente el único turista que había a bordo compartiendo mi viaje con gente autóctona que se desplaza a Cusco con motivos ajenos al turismo.