Nos hemos levantado a las 5:00 con intención de visitar el centro neurálgico de Bogotá. Así que hemos cogido un bus que hace las veces de tranvia pero con ruedas que se llama Transmilenio (1500 pesos). Supongo que tenía que pagar la novatada porque algún personaje simpático decidió que no necesitaba mi móvil o que él lo necesitaba más que yo. Habiendo blasfemado a los cuatro vientos y una vez anulada la tarjeta, me quedé más tranquilo y, aprendida la lección, más prevenido y cauteloso. Puedo decir misa pero me he quedado sin movil… Empezamos bien el viaje. El resto del día se ha presentado agradable. Hemos visitado el centro: palacio de justicia, la catedral, el parlamento, la casa del florero, la Candelaria, casas coloniales, esculturas de Simón Bolivar, etc. Hemos ido a visitar durante 4 horas el Museo del Oro (2500 pesos) con una gran variedad de riquezas precolombinas del país. Sencillamente impresionante. Después de comer por 4500 pesos platos como sancocho y pollo con arroz en salsa, mazorca, papa y yuca, hemos cogido el teleférico para subir a lo alto del Monserrate (14000 pesos), iglesia que se encuentra en lo alto de una montaña. Hemos podido ver las vistas de Bogotá en todo su esplendor. Es una enorme ciudad de 8 millones de habitantes situada en un altiplano a 2600 m de altura. También hemos caminado por la zona notando la falta de oxígeno en nuestros pulmones. Estando de nuevo abajo, hemos visitado una exposición de Andy Warhol (gratis) con sus alocadas fotografías pintadas y peliculas y, también, el Museo Botero (gratis) con sus esculturas y pinturas llenas de figuras orondas y divertidas.
Nos encontrabamos en el crepúsculo cuando hemos decidido volver a la casa en el tan apreciado Transmilenio. Una vez allí nos esperaba de cena frijoles con arroz, patacones con hogado (tortas de plátano macho con un sofrito de cebolla y tomate), jugo de papaya, arequipe (dulce de leche) y panela de papaya. Antes de dormir hemos dado una vuelta en coche con Gabriel y Carito para conocer la ciudad de noche. El tráfico es de locos pero al llegar a un mirador todo es más tranquilo y las vistas son espléndidas. Hay gente vendiendo productos para combatir el frio y el cansancio pero es mejor no demorarse. Es hora de irse a dormir a la casa.