Nos hemos levantado muy tarde, justo para comer y hacer algo de turismo. Hemos visitado Ciudad Bolivar con nuestra querida guía y, desde ahora, gran amiga Carito. En un sol y nos está haciendo la estancia mucho màs fàcil y amena.
Ciudad Bolivar es uno de los barrios màs pobres de Bogotá. Por lo que sabemos, parte de los habitantes son antiguos campesinos desplazados por la guerrilla que expropia sus terrenos a golpe de arma para sus propios intereses. Logramos visitarla sin bajarnos del autobús para mejor seguridad pero a simple vista puedo decir que es un barrio pintoresco. Es una pena que no me haya atrevido a hacer ninguna foto. Hay mucha pobreza, chabolas y casas aparentemente sin acabar pero con lo que me quedo de aquel lugar es con las casas pintadas con vistosos colores, la música y el mercado de frutas y hortalizas al aire libre, los niños jugando y las calles empinadas abarrotadas de gente que se aparta al paso de nuestro autobùs. Sin duda, un animado barrio que es la otra cara de la ciudad.
Maru y yo nos hemos despedido de toda su familia dejando para el final aquellos que con tanto cariño nos han tratado como reyes: Gabriel, Tita y Carito. Les vamos a echar de menos. A ellos un beso enorme, nunca les olvidaré aunque espero poder mantener el contacto. Gracias por todo y hasta siempre.
Saliendo de la ciudad a las 23:00 de la noche en autobús hacia Armenia durante 8 horas (40000 pesos) hago memoria de todo aquello que he vivido en Bogotá. Entre otras cosas que ya he mencionado, me viene a la cabeza los puestos de llamadas a móviles por 200 pesos el minuto, los jugos de miles de frutas, el miedo a la gripe A, los museos, los suburbios, la poca confianza de los habitantes en el país, la vida nocturna en las discotecas, la deliciosa comida, el terrible tráfico, las vistas de la ciudad y, como no, el querido Transmilenio.